Verde Compacto nació de la inquietud y el compromiso con la sustentabilidad de dos primos, Juan Gabriel Succar y Jorge Lizarde. Desde pequeños, ambos han tenido un fuerte interés en la naturaleza y el medio ambiente, combinado con una pasión por los negocios.
Aunque comenzaron con proyectos relacionados con fertilizantes orgánicos y ecotecnologías, incluyendo plantas de cogeneración de energía limpia para invernaderos y hogares rurales, durante este proceso se dieron cuenta de los grandes desafíos en la cadena de distribución de alimentos, como el desperdicio de agua y la contaminación por el transporte de alimentos a largas distancias. “Abrimos un negocio en el que empezamos a hacer proyectos de cogeneración de energía limpia, aplicado en el campo, aprovechando residuos orgánicos y recursos naturales”, platica Juan Gabriel sobre la historia de este increíble emprendimiento.
Agricultura vertical: una oportunidad para Latinoamérica
Motivados por la necesidad de innovar en la agroindustria y asegurar la sostenibilidad alimentaria, los fundadores de Verde Compacto investigaron tecnologías de agricultura vertical en interiores. “Siempre hemos sido muy inquietos en el tema de sustentabilidad, nos ha encantado el tema de la naturaleza, el planeta, el medio ambiente”, explicó Juan Gabriel. Así, vieron una oportunidad en un mercado latinoamericano prácticamente inexplorado en este campo. La agricultura vertical prometía producir alimentos más nutritivos y saludables de manera más sostenible, reduciendo la huella de carbono asociada al transporte y el uso excesivo de agua.
Explorando soluciones globales, encontraron el concepto de indoor vertical farming. Este método prometía mejorar la seguridad alimentaria y reducir el impacto ambiental. Con la convicción de que en México y Latinoamérica esta tecnología era inexistente, decidieron desarrollarla localmente. Tras una investigación exhaustiva y un proceso de incubación en el TEC de Monterrey, lanzaron Verde Compacto, enfocándose en la creación de granjas verticales dentro de contenedores de barco reciclados.
Uno de los mayores desafíos que han enfrentado ha sido desarrollar y validar la tecnología necesaria para crear un producto viable. Este proceso les tomó tres años de pruebas e investigaciones sin generar ingresos, invirtiendo todo el capital recaudado y más. Una vez que tuvieron un producto mínimo viable, enfrentaron el reto de testearlo en el mercado, identificando y adaptándose a las necesidades de sus clientes.
Inicialmente, pensaron que sus clientes serían agricultores tradicionales pero descubrieron que su mercado se encontraba más en la parte de consumo y comercialización de alimentos. Actualmente, trabajan con hoteles, restaurantes, comercializadores de productos agrícolas y universidades, entre otros.