La ciencia, ese intrincado laberinto de teorías y experimentos, a menudo se encuentra divorciada de la praxis cotidiana. Pocos son los valientes que, al concluir sus estudios, deciden llevar la teoría al campo de batalla de la vida real. Tal es el caso de Ramón de Hoyos, un licenciado en tecnología genómica que, al graduarse de la Facultad de Ciencias Biológicas, emprendió un viaje que lo llevaría a la creación de ALIS (Algae Innovation Solutions), una empresa dedicada al uso de microalgas para la purificación de aguas residuales y la captura de carbono.
Ramón y su equipo, enfrentándose al habitual dilema del recién egresado —¿y ahora qué?–, se encontraron explorando sistemas de hidroponía y acuaponía, buscando maneras de producir alimentos vegetales y peces simultáneamente en espacios domésticos. Fue durante estas exploraciones iniciales que las microalgas hicieron su primera aparición en sus vidas. “Los tubos de PVC se llenaban de verde por dentro”, recuerda Ramón. Aquella invasión verde, que inicialmente parecía un problema, se reveló como una solución en potencia. Las microalgas, diminutos organismos que pululaban en el agua, demostraron ser excelentes depuradoras, capaces de consumir contaminantes y limpiar el agua.
El descubrimiento fue seguido por una intensa etapa de investigación. “Todo comenzó en el laboratorio”, explica Ramón, describiendo cómo sus primeros experimentos consistían en matraces llenos de agua contaminada y microalgas, un proceso meticuloso de observación y análisis. La llegada de Santiago Morfín, un ángel inversionista, en medio de la pandemia, fue un punto de inflexión. Aunque los tiempos eran difíciles, Santiago vio el potencial de ALIS y decidió unirse al equipo, enfocándose en el desarrollo comercial desde la Ciudad de México.
En la actualidad, aunque Santiago se encarga de abrir puertas en la capital, todo el trabajo de desarrollo y producción se realiza en Monterrey. “Hemos vendido lámparas en Ciudad de México y Querétaro, pero los proyectos grandes, como el tratamiento de aguas y la captura de carbono, están todos aquí en Monterrey”, aclara Ramón.
La fascinación por las microalgas no es trivial. “Son como microplantas o microárboles”, dice Ramón. Estos organismos acuáticos no solo limpian el agua de contaminantes como el nitrógeno y el fósforo, sino que también generan oxígeno y capturan dióxido de carbono. Además, producen una variedad de moléculas útiles para la industria alimenticia, farmacéutica y de biocombustibles.
El proceso, tal como lo describe Ramón, es casi mágico: el agua contaminada entra a los sistemas de ALIS y sale limpia, lista para ser reutilizada. La biomasa resultante, rica en nutrientes, se convierte en bioestimulante para plantas. Este ciclo, que parece salido de una utopía ecológica, es real y está en funcionamiento gracias a la tenacidad y visión de Ramón y su equipo.