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Imagina un lugar donde se pueda vivir, viajar, trabajar y estudiar. También, donde la naturaleza sea la que mande y como tal, se le respete. Este proyecto tiene nombre y se llama Lunah.
Lunah suena a paraíso. Para entender este modelo replicable hablamos con su creador Horacio Peña, un mexicano inquieto, artista empedernido y emprendedor innato. Ahora vive en Tulum, pero es un ciudadano del mundo.
Y como en sus proyectos hay mucha colaboración, desde Bali y para esta entrevista exclusiva, se conectó otro genio, Pablo Luna.
Es difícil resumir más de una hora de rica charla en unas cuantas palabras, pero hagamos el intento. Arranquemos con Horacio. Nació en Acapulco y a los 6 años empezó a interesarse por la tecnología.
A los 16 fundó su negocio y fue tan exitoso que le permitió retirarse a los 28 años. Se fue al bosque, se dedicó a la música, al yoga y a la meditación.
No obstante, tanta calma llegó a inquietarlo por lo que fundó una empresa inmobiliaria a sus 32. Del silencio de la naturaleza a la selva de concreto con más de 200 trabajadores bajo su mando.
Confiesa que se sintió abrumado y se fue a Tulum, atendiendo a una necesidad de paz espiritual. En el camino, aprendió muchas cosas incluso, lo que no quería hacer.
Y así, un día, de la nada, nació la idea de Lunah, en uno de los terrenos que había adquirido y en el cual, imaginó “un lugar mágico y disruptivo, un hotel pensado en esa forma en la que ahora nos gustaría viajar, de forma introspectiva, después de que muchas personas se tuvieran que replantear su vida”.
Y agregó: “Pensé en un modelo participativo, justo y equitativo, en el que uniéramos el esfuerzo de las personas para lograr este tipo de proyectos, que por su naturaleza son altamente rentables, pero que, por su filosofía regenerativa, tuviera un balance positivo para todos los involucrados”.
En Lunah se mezcla la bioconstrucción, el diseño bioclimático y la integración de elementos orgánicos.
“Ahí fue donde encontré a Pablo -narra-. Se trata de respetar el espacio donde estamos viviendo. En nuestros países es como una tendencia, sin embargo, hay quienes lo hacen de manera natural como en Indonesia”.
Pablo, por su parte, es arquitecto, artista y diseñador. Nació en Chile, pero por sus venas corre sangre peruano-libanesa.
Estudió arquitectura en Nueva York y vive en Bali, donde entendió el poder de diseñar y trabajar con bambú.
“Siempre he creído que los espacios que creamos definen la manera en que vivimos. Eso me ha mantenido en este camino hasta hoy. Aquí aprendí lo importante que es un espacio que genere emociones, que inviten a la creatividad, donde se rompan las jerarquías”, reflexionó.
Desde hace siete años, Pablo tiene su propio estudio. Al inicio, sus construcciones gritaban por llamar atención, hasta que después comprendió la responsabilidad que tenía en sus manos.
“La arquitectura juega un papel tan importante como la educación. Implica que uno vaya a un lugar y salga diferente. Espacios que cuenten historias. Hay mucha belleza y mucha sabiduría en la naturaleza. De ahí salen mis diseños y también, las tecnologías que estamos implementando”.
La visión de Horario y de Pablo son similares: sus creaciones no solo son bellas, sino que responden a un sistema de eficiencia energética, con un mantenimiento a largo plazo y que se integren en la cultura.
Por lo pronto, Lunah ya está en operación en Tulum y en Valle de Bravo, pero hay varios proyectos en camino.
Horacio está consciente que el reto es ser congruentes con este tipo de sueños, que sin duda se salen de la caja.
“En un terreno donde cualquier desarrollador hace 40 unidades, nosotros hacemos 7, ese es el nivel de densidad que tenemos. Sólo talamos ramas, no árboles”.
“Ya vimos que el mundo puede cambiar de un día al otro. Tratamos, entonces, de encontrar más respuestas. Eso provocó mucho eco en este proyecto y es parte de su valor. Estamos abiertos a decirle a los demás cómo hacer algo así en otros lugares”, culminó Horacio.